Two Passports. One Baby. Lots of stories.

A letter to my younger self.

image

I don’t consider myself a writer. I just like to write, always have. The Irony? For the last couple of months I have endured “writer’s block”, a term which that I don’t think it applies to me… but in some way, it sure feels like it. That’s why I have been MIA for so long. I wanted for this exercise to be good, to not have to write you if I didn’t feel like it. You deserve better.

Keep reading

100 Things about your Mom.

image

Hi Chi. I’m back! All better and cured. I’m feeling like my old self again, energy and everything back. Like my doctor said today: if it’s working, don’t change it. That being said, let’s do something fun! I saw this weird list of questions and said: Game on!

Keep reading

Hasta Luego, Papa.

image

En Español, porque en tu mundo, así es mejor.

La semana pasada fui a ver a Mama. Entré tratando de hacer chistes, diciéndole que “había llegado su nieta favorita, porque llegar primero vale mucho”. Sonrió un poquito, pero su mirada lo decía todo. Me senté en el sillón a su lado y por horas, traté lo más que pude de darle un poco de alegría, de demostrarle que mañana es otro día. Es difícil tratar de convencerla, pero te prometo que voy a seguir insistiendo.

He tratado de sentarme a escribir esto desde el último día que te vi, durmiendo, tranquilo, en paz. Nunca voy a olvidar ese día. Nunca voy a olvidar entrar al cuartito del hospital donde estabas. Ver a Mama a tu lado, como soldado de guerra, velando con honor tu partida. Surreal…

Me arrodillé al lado de ella como cuando era chiquita mientras pelábamos vainas de gandules en el campo por horas… y la acompañé a mirarte. Te pasamos la mano, miramos cada arruga y cada peca. ¡Qué muchas! Te debo haber tratado de arropar como mil veces. Lo más que me impresionaba era lo tranquilo que te veías. Era un final perfecto de una vida simplemente admirable. Era tiempo para descansar después de un legado que nadie podrá igualar.

No fui una nieta perfecta. Nunca te pude decir por qué. Cargaba una cruz imaginaria de ser “la primera nieta de padres divorciados” en unos tiempos donde eso no era posible. Pensé, por décadas, que estaba dañada y nunca iba a poder ser digna de ser “normal”. Era una letra escarlata que solo yo podía ver, supongo. Jamás pensé que tú pasaste por algo similar cuando eras niño, y de solo yo haberte hablado, sé que me hubieses enseñado que uno es mejor que eso. Por eso no entendía el concepto de la familia. Mi entorno era otro: mientras menos, mejor. Lo creí sin cuestionarlo, por más extraño que se sentía: el error más garrafal que pude haber hecho en mi vida. Pero de los errores se aprenden… Ahora entiendo porqué me mirabas con tanto amor y me perdonabas tanto. Porque me entendías.

Ese viernes, llegó el momento de sacar a Mama del cuartito donde estabas descansando. Mira como es la vida: tu primera hija agarró a Mama de un brazo y tu primera nieta del otro. Con todo el honor, dignidad y orgullo, salimos con ella del cuartito. Ella se viró solo una vez a verte, arregló algo en tu cama y siguió caminando. Con cada paso me sentí más orgullosa de tí, de ella, de la familia que crearon. Con cada paso también me daba cuenta de que esa era la última vez que te iba a ver. Con cada paso, me di cuenta de que el Papá que me dio la vida se me fue. Sí, con acento. Porque eso fue lo que fuiste para mí.

¿Sabes? Aunque ya no estás aquí… siempre has estado.

Siempre has estado cuando me siento a escribir. Cuando agarro un libro y paso la página. Cuando voy a la librería y compro más de lo que puedo leer en un mes, pero de todas maneras lo hago. Siempre has estado cuando he querido viajar, cuando me he perdido entre las calles de alguna ciudad extraña. Siempre has estado cuando me rehuso a comprar cosas caras para mejor disfrutar gastando en buenas memorias. En cada país que he visitado primero contigo y después lo camino de adulto. En cada botella de vino, cada queso, cada conversación larga de las buenas. Siempre has estado cuando la noche está tan oscura que se ven las estrellas y puedo recordarme - más o menos - de las constelaciones que me enseñaste en el campo. Cuando las nubes están bajitas mientras guío.

Siempre has estado cada vez que trato de sacar una matemática complicada en mi cabeza… y no lo logro. En cada musical que veo - y en cada escena de los que me enseñaste cuando era pequeña. Siempre has estado cuando presto un libro (sí, yo sé, qué horror) o cuando lo regalo solo porque no puedo tener una biblioteca inmensa como la tuya. Cuando veo una pareja bailar solitos en alguna esquina. Cuando me acuesto al lado de mi hija por las noches a leer. Cuando me siento con paciencia al lado de ella y le enseño a hacer algo que le da trabajo. Cuando he querido dar lo mejor de mí. Cuando sé que no debo quebrantar mis convicciones, no importa las consecuencias.

Gracias por hacerme lo que soy. Todo te lo debo a ti y a la niñez espectacular que me regalaste. Gracias por las memorias, por los chistes mongos, por cada baile, por cada poema que de memoria me declamaste. Por cada cosquilla. Por dejarme dormir en tu lado de la cama (que claro, después terminó siendo el mío toda la vida). Por llevarme alrededor del mundo, con o sin permiso. Por tu silbido único que resuelve todo, el cual pienso honrar cuando Mía sea grande. Por insistir, por perdonar, por entender. Por cada silencio compartido en un sillón o en una hamaca. Por prestarme tus libros. Por ponerme tu música favorita. Lo más importante… por quererme incondicionalmente, por estar realmente orgulloso de mí. El amor real se siente, se ve y se demuestra. Eso lo aprendí de ti.

El día que te fuiste, cuando llegué a casa le dí un abrazo fuerte a Mía, buscando tratar de curar algo del dolor inmenso que sentía.

La miré bien. Esos ojos grandotes y negros. Sonreí.

Siempre vas a estar ahí.

Buen viaje, Papa. Te adoro. Tata.

Long time, no see…

image

I have not forgotten this little space that I have for you. Not for one second. I just needed time to find something I had lost: the joy of writing.

Here I am again. I wobble a little, apprehensive. I look at my computer like it’s a complete stranger, the keyboard as something unknown. My hands type more slowly, make more mistakes. It’s the first time in quite a while where I have needed to look at the keys to see where the letters are. My hands take long pauses. I used to write fast, like a tornado, sometimes without thinking… When I stopped, I read all of it back, to see what my brain had wanted to say that day. Now, it’s the complete opposite. I take my time. This paragraph has taken way too long, in fact. But I’m here, again. Just for you.

Keep reading